Sobre las
rodillas de algún tío inmigrante
Bajo la
blanca luna del tubo lux de un bar
Al calor
del primus o la hoguera sagrada
O en el húmedo
frío de la celda de un penal
En la
bodega del barco perseguido
O a la
fresca sombra antigua del parral
Sin galera
ni traje levantan su tinglado
Y
comienzan gesto lento a relatar
Son los cuenteros
Que revuelven su vieja cacerola de recuerdos
Y agregan lágrimas, risas, caricias y una pizca de exageración.
No exigen nada
Ni siquiera que les crean
Y tercamente desmienten que todo tiempo pasado fue peor
Acunando
el sueño de mi hija que sonríe
Entre las
tibias sábanas del libro de Oz
Recorriendo
pasadizos detrás de Sherezade
Atravesando
espejos y deteniendo el reloj
Bajo mi eterna
lluvia de Santa María
Cuentan las
cien versiones diferentes de aquel gol
Son
cuerdos y locos, analfabetos y sabios
Bifurcando
laberintos sin razón
Son los cuenteros
Que destejen su fina telaraña de suspenso
Envolviendo a todo aquel que tenga ganas de dejarse convencer
No piden más paga
Que un par de orejas inocentes
Chamanes del rito que repite y repite y repite había una vez
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